Por Judith Butler - noviembre de 2008
Traducido por Felipe Rivas San Martín
Muy pocos podemos ser inmunes a la emoción de este momento. Mis amigos de izquierda me han escrito diciéndome que sienten algo parecido a la "redención", que "el país se ha vuelto hacia nosotros" o que "tenemos por fin a uno de los nuestros en la Casa Blanca". Por supuesto, como ellos, yo misma descubro que de pensar todo el día que el régimen de George W. Bush se acaba, me siento inundada por un sentimiento de incredulidad y emoción, de un enorme alivio. Y además, el pensamiento de Obama, un reflexivo y progresista candidato negro, cambia las bases históricas y creemos que un cataclismo como ese articula un nuevo terreno.
Pero vamos a tratar de pensar cuidadosamente sobre este desplazamiento del terreno, aunque en este momento no podemos conocer plenamente sus contornos. La elección de Barack Obama es históricamente significativa en formas que aún no pueden ser dimensionadas, pero no es ni puede ser, una redención. Y si suscribimos a la mayor parte de los modos de identificación que Obama propone ("estamos todos unidos") o que nosotros mismos proponemos ("es uno de los nuestros") nos arriesgamos a creer que este momento político puede superar los antagonismos que son constitutivos de la vida política, especialmente la vida política en estos tiempos. Siempre ha habido buenas razones para no aceptar "la unidad nacional" como un ideal y para abrigar sospechas hacia la identificación absoluta y sin fisuras con cualquier líder político. Después de todo, el fascismo se basó en parte en esa identificación sin fisuras con el líder y los republicanos participan de este mismo esfuerzo para organizar sus influencias políticas, por ejemplo, cuando Elizabeth Dole da una mirada a la audiencia y dice "Los amo a todos y cada uno de ustedes".
Lo que vuelve aún más necesario pensar acerca de esta política de exuberante identificación con la elección de Obama es si tenemos en cuenta que el apoyo a Obama ha coincidido con el apoyo a causas conservadoras. En cierto modo, este fenómeno llegó a ser parte de su "cruzada por" el éxito. En California ganó por el 60% de la votación y, sin embargo, una porción significativa de quienes votaron por él también votó en contra de la legalización del matrimonio entre homosexuales (52%). ¿Cómo entender esta aparente contradicción? En primer lugar, recordemos que Obama nunca ha apoyado explícitamente el derecho al matrimonio gay. Además, como Wendy Brown ha afirmado, los republicanos han descubierto que el electorado no está tan abanderado por cuestiones "morales" como sí lo estuvieron ellos en las últimas elecciones; que las razones aducidas por la gente que votó a favor de Obama parecen ser predominantemente económicas y que su razonamiento parece más plenamente estructurado por lógicas neo-liberales que por la racionalidad religiosa.
Esta es claramente una de las razones por las que la función pública asignada a Sarah Palin de construir una mayoría electoral sobre la base de cuestiones morales finalmente fracasó. Pero si cuestiones "morales" tales como el control de armas, los derechos al aborto y los derechos de los homosexuales no son tan determinantes como lo fueron una vez, sea quizás porque está emergiendo una extraña compartimentalización de la mentalidad política. En otras palabras nos enfrentamos a nuevas configuraciones de las opiniones políticas que hacen posible la celebración de opiniones aparentemente discrepantes, por ejemplo, al mismo tiempo, alguien puede no estar de acuerdo con Obama en ciertos temas pero aún así ha votado a favor de él. Esto se hizo más evidente en la aparición de un "contra-efecto-Bradley"(1), cuando los votantes aceptaban -explícitamente o no- hasta su propio racismo, pero decían que votarían por Obama de todas formas. Anécdotas de este tipo incluyen frases como la siguiente: "Sé que Obama es un musulmán y un terrorista, pero voy a votar por él de todos modos. Él es probablemente lo mejor para la economía". Tales votantes tienen que mantener su racismo y al mismo tiempo votar a favor de Obama, resguardando su propia contradicción de creencias y sin tener la necesidad de resolverla.
Fragmento tomado de: Revista digital del Cuds
Para leer el artículo completo ve a:
http://www.cuds.cl/articulos/8nov08obama.htm
Esta es claramente una de las razones por las que la función pública asignada a Sarah Palin de construir una mayoría electoral sobre la base de cuestiones morales finalmente fracasó. Pero si cuestiones "morales" tales como el control de armas, los derechos al aborto y los derechos de los homosexuales no son tan determinantes como lo fueron una vez, sea quizás porque está emergiendo una extraña compartimentalización de la mentalidad política. En otras palabras nos enfrentamos a nuevas configuraciones de las opiniones políticas que hacen posible la celebración de opiniones aparentemente discrepantes, por ejemplo, al mismo tiempo, alguien puede no estar de acuerdo con Obama en ciertos temas pero aún así ha votado a favor de él. Esto se hizo más evidente en la aparición de un "contra-efecto-Bradley"(1), cuando los votantes aceptaban -explícitamente o no- hasta su propio racismo, pero decían que votarían por Obama de todas formas. Anécdotas de este tipo incluyen frases como la siguiente: "Sé que Obama es un musulmán y un terrorista, pero voy a votar por él de todos modos. Él es probablemente lo mejor para la economía". Tales votantes tienen que mantener su racismo y al mismo tiempo votar a favor de Obama, resguardando su propia contradicción de creencias y sin tener la necesidad de resolverla.
Fragmento tomado de: Revista digital del Cuds
Para leer el artículo completo ve a:
http://www.cuds.cl/articulos/8nov08obama.htm
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